Las bicicletas se han convertido, aunque casi nadie lo admita abiertamente, en un peligro y una molestia para los demás usuarios de la vía pública, ya sea en carretera o en ciudad.
Cuando circulan por las carreteras, lo hacen en pelotón, invadiendo el carril por donde circulan los automóviles, en lugar de circular por el arcén y en fila, provocando en algunos casos accidentes.
Cuando circulan por la ciudad, lo hacen por el centro de las aceras, esquivando a los viandantes y en algunos casos casi rozándoles al pasar, a veces a gran velocidad, en lugar de circular por los carriles habilitados para la circulación de bicicletas ( yo personalmente, alguna que otra vez me he llevado un susto, pues a veces aparecen por detrás a gran velocidad ).
Lo peor de todo es que cuando ocurre algún accidente, nunca tienen ellos la culpa, ¡ qué casualidad !.
Si las autoridades persiguieran a los ciclistas con el mismo celo que persiguen y acosan a los automovilistas, quizá todo esto no pasaría.
¡ Ah !, ahora, por si fuera poco, también tenemos que aguantar las bicicletas en los transportes públicos, pues desde hace algún tiempo se les permite transportarlas en ellos, con la consecuente molestia para los demás usuarios.
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